Hay amores que matan y arte que duele

«Aquel amor /que destrozó mi vida, /aquel amor/que fue mi perdición. //Dónde andará/la prenda más querida, /donde andará/aquel, aquel amor.”

Letra de la canción Aquel amor, de Chavela Vargas

truly love
Kuki Bensky, Truly Love

Las historias de amor tienen muchas caras, más de las que muchos pensamos. Por ejemplo, el amor va más allá de este simple cliché: la mujer es el cuenco cerrado en llanto, aferrada a ese único amor con quien se casó hasta que la muerte los separase y, a su lado, está transitando, divagando y desvariando ese hombre idealizado, que mientras mayor se vuelve más deseable es….hasta un punto pues la vejez no llega en balde: él es aquel libre ser que se pasea sin aspavientos de mujer a mujer. Pero la realidad es más compleja que eso. Los amores románticos son difusos, errantes y divagantes, reales, hirientes, impactantes y esquemáticos. Esa mujer cuenco no siempre lo es, y por suerte, muchas se han convertido en femme fatales: Sexys, hermosas, lectoras, inteligentes y maquiavélicas. Divertidas. Muchas de ellas logran que el género masculino, desde el niño más naïf y desaliñado hasta el más hombre más deseable caiga a sus pies sin temor ni remordimientos ante algún golpe fulminante.

Muchos de los personajes que crea la artista plástico argentina Kuki Benski son redimensiones de esas femmes fatales. Ocupan, con orgullo y desacato, el lugar de la villana. Es el momento de la mujer que desea, que ama, y se deja amar. O se hace amar. Como es el caso de Phylis, el personaje de Truly Love. Está enamorada, pero se ha enamorado varias veces, al menos cinco, y con ellos se casa. Primero se enamora locamente, pierde el sentido de la realidad: idealiza, ama con locura, y siempre cree que ese compañero será el único amor de su vida. Luego los odia, y probablemente los asesine. De esta forma me adentro en el universo del personaje, el cual voy a través de cuadros fotográficos que van construyendo una fotonovela.

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En la imagen aterior está Phylis en su dormitorio, repetida dos veces en la misma composición, en dos tonos distintos. A mi derecha leo el rezo popular y católico “hasta que la muerte nos separe”. Yo he sido esta frase. Y a mi izquierda, al revés: “Después de enviar 2500 cartas a la misma empresa, le empezó a doler el brazo, lo tenía entumido, no era fácil repetir ‛por favor’ 2500 veces”. La pobre mujer ya ha descendido de su estado idealizado de enamoramiento y, en un claro arrebato de frustración, cuenta que “el gran varón” ha sido una especie de torpe al no conseguir empleo, pues le ha escrito a la misma empresa una cantidad irrisoria de veces. En este caso es evidente el desdoblamiento de la dualidad bondad/maldad que siempre ha acompañado a la mujer: en Phylis la docilidad virginal se ha convertido en sed de venganza y frustración hacia un hombre que no le cumple las expectativas.

Para la escritora feminista Shulamith Firestone el amor es un fenómeno más simple que se ha corrompido gracias al poder: un intercambio desequilibrado de poder que se ha establecido en el mundo de las parejas. Y esto, en gran parte, ha dado origen y alimento al mito de “los esclavos del amor”, algo tan aplaudido por quienes creen en amores altruistas, que no dignifican al ser humano. Cuando nos convertimos en esclavos del amor creemos que el amor desigual es la norma y que, por ende, amar al otro por encima de uno mismo es sinónimo de una capacidad amatoria superior. ¡No, no es así! De nuevo surge la idealización del amor romántico que no se permite cometer errores humanos.

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Comenta Phylis sobre otro de sus maridos, Ralph, que era en principio un enamorado muy romántico, al punto que le obsequiaba perfumes: “Me casé en cuartas nupcias con Ralph Malcom, él era muy romántico, galante y amable (he was lovely), y para acrecentar su atractivo sexual y mi dependencia, me obsequiaba botellas de perfume”. Phylis se encuentra en un estado de consciencia tal que asume que tenía dependencia emocional, la cual se acrecentaba en la medida en que él le regalaba cosas de su gusto, en este caso perfumes. Del estado consciente de Ralph, en cambio, no tenemos demasiada información, pero podemos intuir –por la fuerza que el personaje femenino le da al regalo- que él estaba loco de amor por ella. Sin embargo, en la fotografía de la izquierda esta mujer, que está más interesada en escalar posiciones a través de sus maridos que en encontrar el amor mismo, comenta: “un día la máquina lavaplatos se cortocuircuitó por una moneda de 10 centavos y murió [Ralph] electrocutado.” Algo pasa, además, que hace que todos mueran a través del objeto de deseo que les generó molestias a Phylis en sus matrimonios: en el caso del primer esposo fue el empleo, y en este caso el dinero. Nuestros amores mueren de muchas formas, otros quedan en el aire cual fantasmas. Aunque hoy nos creamos menos ingenuos por la historia del amor libre, persiste esa necesidad de lograr relaciones placenteras al 100 % pero solo de la mano con superhéroes y superheroinas. Allí radica uno de los peligros del amor.

Ni es conveniente idealizar, ni caer en un amor demasiado altruista: si damos amor queremos recibir amor, si damos fidelidad queremos recibir fidelidad, si damos comprensión, cariño y ternura queremos recibir lo mismo. Pero el equilibrio de estos valores aún no se consigue pues vivimos en una sociedad altamente tóxica, de la que las relaciones de parejas no escapan, o peor aún, la toxicidad para muchos está naturalizada.

He sido esa que ama y mata. Tengo que asesinar amores en el arte del querer(me).

Por

Gris Arveláez P. / 16.02.2016

 

Un comentario Agrega el tuyo

  1. El imposible. dice:

    Excelente escritura. Hay amores que matan y se quedan marcado en las personas para toda la vida. Haci las persona sean diferentes. Se entienden de otra manera de rose y sudor. Se recuerda bonito y con felicidad.

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